Queridas lectoras, este año, como les he comentado en numerosas ocasiones, no he hecho absolutamente ningún propósito de año nuevo. Tras 30 años haciéndolos –cuando era niña no estaba con estas tonterías- y terminándolos el mismo día 1 de enero, a lo sumo perdurando hasta el día 2, he descubierto que no valen para nada. No hay ninguna modificación en la alineación planetaria ni en las fuerzas gravitatorias que merezca un cambio de actitud por mi parte en esa fecha.
Imagen de nuestro querido sistema solar tomada de www.wallpaperstock.net.
Dicho esto, en 2018, año exento de auto promesas, lo que sí he empezado a hacer naturalmente, sin imposiciones postnavideñas, es aficionarme a las mascarillas para la piel del rostro. Y sí, efectivamente funcionan. Aparte de la necesaria exfoliante, al menos una vez a la semana, mi descubrimiento viene de Tabarnia.
Se trata de un soufflé –un postre que se retiró de las cartas de los restaurantes de postín hace años-, que se nos presenta ahora como una especie de arcilla cremosa ultra hidratante y antioxidante con aroma absolutamente delicioso a naranja. No se preocupen que no salen llamas al utilizarlo ni hay que comérselo. Simplemente extender por la cara (dura en algunos casos) y dejar actuar 15 minutos.
Natura Bissées la hacedora de esta delicatessen facial con nombre de postre demodé. Yo me la echo un par de veces por semana antes de acostarme y al día siguiente, la piel está en “modo bebé”, suave, tersa y jugosa, dentro de lo que son mis posibilidades, claro. Para milagros, ya saben, a Lourdes, a Fátima o al cirujano que tengan de cabecera.
El precio es aceptable (39 euros más o menos) y la sensación placentera.
Prometo ir probando más porque me está gustando esto de mimarme cuando nadie puede mirarme. Y es que no, por mucha confianza que tengan con su marido, yo les aconsejo que estas cosas las hagan en privado. Esta moda de fotografiarse con la mascarilla, como que no es muy apetecible para nadie, se lo aseguro.
Besos, abrazos y belleza, interior y exterior.
Sylvie Tartán.