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Queridos lectores, ayer, 19 de septiembre, fue el día de la Virgen de La Saleta ya que se celebraba el aniversario del día de su aparición a los pastorcillos Melania y Maximino, en 1846, en La Salette, un pueblecito de Francia, cerca de Grenoble. En nuestra capilla, la de San Vicente de Nogueira, ubicada en el Pazo de La Saleta, celebramos como día de la Virgen el Domingo de Pentecostés, pero en Siador, primer santuario de Galicia dedicado a esta Virgen, no se separan de la tradición del 19 como es lo normal. Por eso, allá nos fuimos a vivir un trocito de fiesta como espectadoras y no como anfitrionas para variar. Les dejo constancia ilustrada del breve (para nosotras) acontecimiento y les animo a rezar a esta Virgen, milagrosa donde las haya y con un encanto especial y entrañable.

¡Dentro fotos!

Nuestro aparcamiento.

La entrada hacia el Santuario estaba llena de terrenos como éste que, ese día -y supongo que otros también- se usaban como aparcamiento, algo muy típico y habitual. Al frente del mismo se encontraban dos niños de corta edad. Al aparcar, nos sugirieron que corrigiéramos el aparcamiento y nos acercáramos más al coche de al lado. Obedecimos sin rechistar ya que, aunque de pequeño tamaño, ya intuíamos que tenían gran autoridad. Al preguntar por el coste del «parking» el que llevaba la butxaca nos dijo que tres euros. Asustadas, ya que íbamos a estar menos de una hora, nos replicó muy firme, que él no ponía los precios. Se le veía curtido en estas lides. Le preguntamos quién era el que fijaba las tarifas y nos dijo que su padrino. Temerosas, no fuera a ser que el susodicho padrino tuviera algo que ver con el de las novelas de Mario Puzo, aceptamos que él no tenía ni culpa ni dolo en este tema. Aún así, animado ya por los resultados, continuó argumentando que los precios eran los mismos en todos los aparcamientos. A pesar de ser un pacto que vulnera la Ley de Competencia, ni por asomo se nos habría ocurrido recordárselo. Asentimos con la cabeza y dejamos por zanjada la cuestión. Eso sí, como buenas gallegas, la desconfianza está en nuestro ADN y en el siguiente aparcamiento contrastamos la información. La criatura decía la verdad y el chiquillo, pensamos, iba a llegar lejos en la vida.

Superada la prueba del aparcamiento y sabedoras de que apoquinar iba a ser una constante esa mañana, continuamos nuestro periplo hacia el santuario.

Como es evidente, no pudimos entrar, tal era la cantidad de gente que estaba escuchando una de las múltiples misas que se celebraban ese día: Desde las ocho de la mañana y a cada hora sin descanso, siendo la de la una de la tarde, la solemne. Pero allí al fondo pudimos ver a nuestra querida Virgen de La Saleta, esplendorosa y bella. ¡Misión cumplida para estas humildes peregrinas!

Nota: no volver a doblar la pierna para una foto.

Por supuesto, no hay visita que se precie sin un souvenir, así que entramos en la tienda de recuerdos en la que nos deparaban varias sorpresas. Una de ellas, encontrarnos la foto de nuestro altar en el Pazo de La Saleta, otra conocer al encantador Padre Gerardo que nos prometió una visita de sus feligreses a nuestros lares y ya, por último, ver tres mapas, uno de Galicia, otro de España y otro mundial con los puntos de adoración de la Virgen.

Os dejamos una imagen del adorable Padre Gerardo. El único que salió bien en la foto y sobre cuyos hombros se encuentran nuestras extremidades superiores.

Todas las Vírgenes de «La Saleta» que hay en Galicia.

 

Mapa de los templos en los que se encuentra la Virgen de La Saleta en Galicia. Actualmente son 46.

¿Y qué nos compramos? Pues algo divino y algo mundano para tener la balanza equilibrada.

Lo divino: La imagen de la Virgen de La Saleta de la que ya no nos separamos.

 

Lo mundano: Las rosquillas bien azucaradas que jamás faltan en las fiestas de los pueblos gallegos.

 

Y con esta vista de la iglesia ya  les dejo. Seguiremos a la búsqueda de rincones curiosos y cositas interesantes y bonitas por el mundo para poder contarles.

Que Dios y la Virgen les amparen y les otorguen la gracia de la felicidad plena, sean ustedes creyentes o no lo sean.

Besos, abrazos y mucho cariño siempre,

Sylvie Tartán.

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